No es gran cosa ¿verdad? Pocas palabras para resumir una vida complicada y difícil, pero también es más de lo que corresponderá a la mayoría de nosotros en los diversos canales de la posteridad que registrarán nuestro breve paso por este pequeño planeta. Por extraño que parezca, siempre estuve segura de que nunca se escribiría nada sobre mí, la hija de B. V. Clay, pero resultó que me equivocaba…
La chica con cámara. La fotógrafa que en Suave caricia desenvuelve su vida. Valiente, libre, inteligente y apasionada, esa es para mi Amory Clay, una mujer de cuatro palabras que utiliza otras tantas para relatarnos desde qué llevó a su padre a ponerle nombre de chico hasta el final. Inglesa de origen y viajera por oficio, recorremos sus andanzas y el siglo XX con dos motivos: ser fotógrafa y las ganas de vivir. Amory es la chica de portada.
Poniéndonos en situación: hablamos de alguien que viene y que va, hablamos de una mujer, hablamos de que este discurrir incluye vida amorosa y por tanto, y por todo ello, y hasta el fin, no esperemos una biografía convencional, ni un único amor, ni la historia de una mujer tranquila.
Por el contrario, apostemos por una persona con miras de libertad, por alguien que se codea en multitud de ambientes, con alguien que forja su forma de ser. Esta historia nos brinda un modo, tan válido como cualquier otro, de entender el mundo y la propia existencia.
Pero se lee como aventura, se lee como el que sale de paseo con una amiga, se lee para viajar y también para acudir a burdeles berlineses, con aventuras americanas, imprevistos en tierra propia y contiendas bélicas (final de la segunda guerra mundial o Vietnam), todo eso nos cuenta y todo eso retrata, con un total de setenta y tres fotografías de personas, lugares y momentos. En lugar del reflejo de la historia o la descripción de los eventos, Amory Clay recrea su leyenda.
Comienza con un prologo que como buen prologo apunta al quid de esta pasión: la capacidad de detener el tiempo, guardar el instante a golpe clic. Y también divide, en diferentes libros, capítulos no demasiado extensos y acotaciones fechadas. El desarrollo de la historia se intercala por incisos desde Barrandale (Escocia), fragmentos en forma de diario datados en 1977 cuando la protagonista ha llegado a la edad de setenta años.
Siempre que tengas algún problema que resolver, haz algo práctico, solía decir mi madre.
Y después de todo viene lo malo, cuando se acaba y te deja sola, cuando terminas el libro y buscas quien era ella, cuando reniegas de la ficción, insistes porque existía y te lamentas porque no.
Se trata de una mentira novela. William Boyd es su autor. Se la inventó. Seleccionó entre montones de fotografías. Enturbió a veces, sí, pero lo hizo con gran invención, con desenvoltura y por eso…, jurarías que estaba ahí…, que esa mujer era de carne, que la de las fotos…, que se ha terminado, que se ha marchado, que Amory Clay no es chica de portada y que la historia se acabó.
«Dure lo que dure vuestra estancia en este pequeño planeta, tanto da lo que ocurra en ella, lo más importante es sentir -de vez en cuando- la suave caricia de la vida»
Artículo: La fotógrafa del siglo XX que nunca existió
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