Que en la portada aparezca un soldado, ya sea hombre o mujer, o que tuviese que ver con una guerra, en esta caso la civil americana, no fue impedimento para que me fijara en este libro. Está además ese subtitulo «Ella era más fuerte» y digo yo… ¿más fuerte que quién? y en las primeras líneas lo resuelve, más fuerte que él. Ajá, me dije, ajá y me lo llevé.
Laird Hunt podría haber optado por guardar la identidad de su protagonista y usarlo como un giro argumental sin embargo sabemos desde el minuto cero que la primera persona que habla es una mujer, una de las 400 que se vistieron de hombre para ir a al guerra. A posteriori me parece acertado, básicamente porque sí, el soldado Ash Thompson, Constance en su verdadera identidad, nos va a relatar qué le sucedió como testigo y ejecutora de algunas tropelías, lo va a hacer con su voz y vamos a comprobar que tampoco es alguien muy corriente, que dentro de los arquetipos de género hay cabida para todos. Allá vamos.
-Ah -dijo ella-, una joven casada, lejos de su hogar, viajando con un ejercito en tiempos de guerra. Una imagen extraordinaria.
-Sí, señora -dije.
-Penélope se fue a la guerra y Ulises se quedó en casa.
La novela se divide en tres partes, en la primera escaramuzas y entrenamientos nos presentan a sus personajes, no tanto enfocado a los camaradas o al enemigo como a los recuerdos. Su madre, a la que evoca en distintas escenas, el marido Bartolomew que se queda en casa por un impedimento físico y al que escribe cartas como medio de comunicación. En este avance tiene lugar uno de los momentos más emblemáticos de la lectura, cuando el soldado Ash Thompson se hace leyenda por un acto de caballerosidad y destaca ante su general, pero cierra advirtiendo que lo peor está por llegar y llega.
En el segundo tramo ya sí estamos en el frente. Las escenas son muy visuales pero pese a la dureza y el horror Laird Hunt nos regala instantes de cierta belleza poética sin caer en el daño. Acompañamos a la protagonista en enfrentamientos, capturas y estratagemas para poder salir al paso en la adversidad. Estas secuencias nos hacen vislumbrar la ingenuidad del soldado recién estrenado en las acciones. Hablamos de un personaje poliédrico que en sus contradicciones plantea la dualidad respecto a lo que se espera de un hombre (y el papel de la mujer en aquel tiempo). Pese a mantener en secreto su identidad tampoco incide de forma machacona en ello, ella sabe que no debe darse a conocer pero tampoco es lo principal. Y diréis ¿entonces que es lo principal? ya voy, ya…
Dormir sin soñar. Túnel sin final. Cielo sin estrella. Arco iris reducidos a sanguinolentos añicos de colores.
Llegados a la última parte el soldado Ash (Constance) emprende la vuelta a casa. Nada más parece que pueda suceder pero es ahí donde encajas el tono confesional de la novela, que aceptas lo que aprende Ash en su recorrido y que da sentido a todo a lo que has visto.
Nerverhome es intensa, nos habla de lo fortuito pero también de como aceptamos el destino y su papel condicionante. Neverhome narra las cosas de forma suscinta para darnos una imagen de lo que sucede y los secundarios refuerzan su efecto sin caer en tópicos militaristas, tomar partido o llamar cobardica a nadie. Neverhome es la historia de la niña Constance. Lo que no es Neverhome es bélica (pese a estar ambientada en una guerra).
La pregunta es qué puede llevar a una mujer a tomar la decisión de participar en una contienda saltándose las reglas. Las motivaciones pueden ser variantes, el autor ni siquiera escoge a una persona real. Cuando Laird Hunt descubre a esas 400 mujeres decide relatar su propia historia, plausible, donde lo heroico no está en la decisión sino en como encarar los miedos.
«Cojan esa pila de brazos», «Maten a todo aquello que se mueva. Maten a todo aquello que no se mueva». Eran las órdenes de mis tenientes y mis capitanes y mi coronel y cualquiera que llevase el uniforme debido. Uno obedecía, así de simple, y si en lo más enconado del combate no obedecía, moría. A veces moría de todos modos. Eso estaba siempre presente. La muerte era la ropa interior que llevábamos puesta.»
Laird Hunt (Neverhome)
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