Más quisiera que todos los libros que leo fuesen acierto. Como escriba de la reseña y haragana de los últimos meses supongo inevitable que sean los destacados quienes primeros rompan fila al grito interior de ¡reseñame a mí!. A esta rebelión se une la premisa de que el tiempo pone los libros en su sitio y aunque el ejercicio de memoria sea mayor y el esfuerzo un vago, he decidido creer que el entusiasmo declina y la verdad prevalece. Quizá por eso impere la osadía, recomendar lo que no he recomendado.
—¿Nunca has ido a darte un chapuzón? -le preguntó.
—En el colegio nos llevan a…
—No me refiero a los baños, quiero decir con un amigo. De parranda. Libre como una alondra.
Ave canora que canta en la rama más alta. Sinónimos de parranda: juerga, francachela, jarana. Jim miró directamente a los ojos negros como lagos.
—Supongo que nunca he tenido lo que se puede llamar un amigo.
La frente de Doyler se arrugó, como arena ondulada.
—Eres un tío raro, Jim Mack, déjame que te diga. Quítate la camisa y vamos al lío.
O`Neill advierte desde el título que cabe esperar. Una travesía a nado es la meta de dos chicos. Llegar al faro de Muglins Rock. Conquistar su propia isla. Liberar. Ambos deberán no solo cumplir su objetivo sino hallar lugar en el mundo que les rodea, una Irlanda bulliciosa en los años previos a una histórica rebelión, Pascua de 1916.
El panorama era propicio, la primera guerra mundial mantenía a las tropas inglesas en otros frentes, los rebeldes soñaban con luchar. Si no es ahora ¿entonces cuando? si no eran ellos ¿entonces quien?. El sueño suponía recuperar Irlanda obviando el handicap de lo romántico, la falta de preparación.
Si hay que luchar, o hasta que morir, solo es razonable si es una guerra irlandesa, no inglesa. De esa forma, todos lucharemos juntos. Solo así tiene sentido.
Jim y Doyler, apenas unos chavales, serán quienes nos sumerjan en una novela de aguas profundas. Condicionados no solo por el momento, las familias o el deber moral. Los más cercanos perfilan unos personajes secundarios de consideración como el señor Mack, un tendero con grandes planes para su hijo Jim, y viejo camarada del padre de Doyler, o algún miembro de la iglesia que tristemente a veces toca encontrar y que frustra en su omnipotencia cualquier intento de brazada.
Dos chicos cuyo sentido vital perece separarles por corrientes opuestas. No desvelo nada al añadir una de las primeras líneas de la sinopsis, se trata de una historia de amor. Como tal no se esperan grandes gestas, ni me detengo en justificar. Vuelvo al mismo verbo, liberar, con una sociedad obrera, un sentimiento emergente, un periodo histórico menos conocido (en mi caso y estas tierras) ¿qué más se puede decir?
Uno no elige un amigo. Un amigo es algo que viene a ti. Y uno lo aparta de su lado, no importa lo que digan los demás. Uno solo está agradecido de haberlo encontrado.
Pues se pueden incluir curiosidades, por ejemplo, que su autor tardó la friolera de diez años en escribirla, que mientras tanto trabajaba como portero en una clínica de salud mental ¡que está vivo! Lo sé, una algarabía que puede fracasar, teniendo en cuenta los primaveras transcurridas para llegar hasta aquí, pero si abres el libro y empiezas entenderás ¡que no parece de nuestro tiempo!
Nadan dos chicos despliega en su páginas numerosas armas estilísticas como el uso del monólogo interior o la recreación del habla de su personajes. Elementos que a veces suponen un detenerse y aquí debo confesar. Empecé el libro una vez y desistí en el primer capítulo. Meses posteriores, a falta de refresco me volví a zambullir. Con esta experiencia previa incluyo recomendación y advertencia: empaparse de la historia irlandesa y que tramo duro no disuada.
Y me quedo corta, también lo sé, porque la novela no responde precisamente a la brevedad y el «entusiasmo» tampoco, pero permitanme terminar la reseña con la osadía indicada al inicio. Numerosos talentos irlandeses han hecho de la literatura un lugar mejor. Independientemente del secreto de tal coincidencia, no creo injustificado afirmar que puede ser Nadan dos chicos una historia a reposar, de las que algún día se tilde clásico de nuestro tiempo.
Ahí lo llevan.
Pues tal vez era cierto que ningún hombre es una isla, pero él creía que dos bien podrían serlo.
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