Barnaby y Christie podían haber coincidido en otra parte pero quiso el destino y O’Grady (seudónimo de la novelista June Skinner) que lo hicieran al mismo tiempo y en la misma isla canadiense. Un lugar donde estos pequeños son recibidos como reyes y es que hace mucho, mucho tiempo, que no habitan niños por estos parajes y una población envejecida les facilitará cualquier lisonja. El problema es que los querubines tienen poco de angelical, a las pruebas me remito cuando la nena llega a la conclusión de que deben matar al tío del niño. ¿Por qué llegan a tal extremo? Esa es la primera de las cuestiones y es que Barnaby se siente amenazado y el lector se pregunta si será otra de su tretas, ya saben, la vieja historia de Pedro y el lobo.
“Christie se quedó pensativa, entornó los ojos y apretó los labios en una fina línea.
-Bueno –dijo finalmente-, para empezar, deja de comportarte como un bebé. Si es tan malo como dices, y que conste, Barnaby Gaunt, que no estoy diciendo que me crea todo lo que dices porque siempre lo exageras todo, pero si es tan malo, solo nos queda una opción.
-¿Y cuál es? ¿Qué vamos a hacer, Christie? ¡Haré lo que sea!
-Tendremos que asesinarlo a él primero –dijo Christie.”
La novela reúne elementos que nos harán pegarnos a su páginas. Personajes siniestros, como ese tío admirador del marqués de Sade o el recurrente tema de la muerte en la conversación de los menores. Pero no se asusten, tenemos al sargento Coulter de la policía montada cuya misión es velar por el orden y hacer que el amor se cuele por la rendija. Los personajes que secundan la trama están magníficamente orquestados para pulsar teclas en el lector y llevarnos por la senda adecuada.
Un atmósfera misteriosa, una amenaza que parece inexorable para nuestros protagonistas, algo «sobrenatural» en forma de puma, el que tan acertadamente incluyen en su portada (en mi opinión, una de las ediciones más bonitas del catálogo). ¿Qué más? pues que la ambientación en la isla acrecienta la percepción de que estamos atrapados, de que algún tipo de maldición flota en el ambiente cuando todos terminan criando malvas (por causas tan naturales como la enfermedad o la guerra). Y todo ello nos hace sospechar.
Matemos al tío es una historia lúgubre y oscura, sin embargo, para descorrer las cortinas O’Grady hace uso del humor…, vale, puede que negro; pero también del genero de aventuras, enriqueciendo la fórmula y regalando peripecias surrealistas como que estas criaturitas pasen sus ratos libres en el cementerio.
Una obra de buen gusto, pluma firme y técnica hipnótica. En el anexo de un temor muy sibilino, porque desde la inocencia y al maquinar de los infantes el espectro es variable. Un caramelito cargado de picardia cuyo desenlace me hace confirmar la frase de contraportada: alegremente siniestra.
«Tienes que matar antes de que te maten. 10 millones dólares de herencia no es una excusa para que te quieran quitar de en medio…».
Rohan O’Grady (Matemos al tío)
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