Los platos más picantes de la cocina tártara (Alina Bronsky)

Posted: 10 agosto, 2017 by Marilú

Los platos más picantes de la cocina tártara (Alina Bronsky)

Editorial Siruela
304 páginas
Ingredientes
– Una cucharada de originalidad 
– Un vaso colmado de humor inteligente
– Una medida de Rusia y  1/4 de Alemania
– Un puñado generoso de autentico
– Pizcas de tristeza
** Ingrediente secreto: mucha humanidad.
 
Elaboración:
Tome con sumo cuidado el ejemplar de Los platos más picantes de la cocina tártara. Libre de cargas y con interés, disponga la vista sobre el índice de capítulos.«Mala madre»»¿Átomos?»»Yo era un ejemplo»»Una doncella de hierro»»Todo el tiempo del mundo» por mencionar alguno. Pase con tacto las páginas (sea en papel o en digital). Como puede comprobar el libro que tiene entre sus manos es una novela al uso. No se trata de un compendio de cocina extranjera. Ni si quiera es necesario que sepa cocinar, ni que le apasione la gastronomía. Con una clarividente voz narradora déjese embaucar por la historia de Rosalinda. Una mujer que adereza la visión de su vida con una mirada agripicante, donde su hija Sulfia y nieta Aminat aportarán el contrapunto exacto en dulzura. No precisa ser salpimentada, este plato contiene el condimento exacto para hacer de este bocado literario, un placer de gourmet. Déjese llevar por su historia. Consumir a voluntad. Paladear. Disfrutar. Vivir. Leer. Contar. Compartir. 
Notas adicionales: 
 
Pese a que he dejado pasar un par de días antes de ponerme delante del teclado no puedo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción al pasear mentalmente por sus páginas. Casi como la que descubre un tesoro enterrado y llega por fin a su morada a compartir el hallazgo, así ha sido y así os lo relato:

Rosalinda es un mujer rusa de origen tártaro, esta última condición la lleva con cierto pesar, pero inevitablemente es parte de sí misma. Ella es la que asume la voz en la historia, quien nos pasea por una Rusia cada vez más empobrecida tras el telón de acero de un pasado no tan remoto. Casada y con un hija, Sulfia, que para lamentación de su madre se queda embarazada con diecisiete años y trae a este peculiar hogar a la pequeña Aminat. Punto de inicio. A renglón seguido todo lo demás, una situación cada vez más complicada, donde soborno, triquiñuelas y mucho ingenio deben ser desarrollados al máximo para salir a flote. En la sucesión de días y años se acompaña a Rosalinda que termina vislumbrando en la migración a Europa la salida a todos sus desvelos. Comienza con humor y se diluye con pasajes más tristes que no empañan y sí realzan esta obra.

Alina Bronsky se vale de una prosa concisa, sin muchas florituras que deja en el paladar sensaciones agridulces, picantes y ácidas, aquí se juega con el humor desde la inteligencia más sutil, provocando reflexiones de lo más hilarantes. Virtud que no decae entre sus paginas y que construyen en la mente del lector la sensación cada vez más palpable de humanidad. La indiferencia hacía su protagonista queda relegada a un lugar ignoto. Cautivan sus personajes, tres mujeres hábilmente retratadas. Cautiva una narración sencillísima. Cautiva encontrar libros que aún al cierre de su última página recuerden al lector el porqué de su pasión literaria. La casualidad de un descubrimiento. Y por reflejar algún aspecto menos positivo… decir que hay pasajes algo «fantasiosos» pero que en este caso, lo perdono… esta vez se lo perdono todo.

Si fuese cocinera hoy lo tendría más que claro querría probar a elaborar Los platos más picantes de la cocina tártara, uno a uno… degustar desde lo foráneo, perderme entre aromas, en el burbujeo de la cocción y todo cuanto fuese necesario. Si eres lector ocasional, léelo, si eres un sibarita consumado, léelo, si eres un dudoso permanente, léelo.
«Solo Dios sabe que lo había intentado todo para enseñarle a disimular: si tienes miedo, nadie debería notártelo. Si tienes dudas, nadie debería notártelo. Si quieres a alguien, ¡ni se te ocurra mostrarlo! Y si odias a alguien, entonces tienes que sonreírle con especial delicadeza. Había dado lo mejor de mía con Sulfia, pero todo para nada. No tenía ningún tipo de talento, no tenía ni si quiera una chispa de inteligencia para entender aquello que le decía. Ese día no fue una excepción: por razones inexplicables, Sulfia estuvo triste durante toda la comida y eso lo pudo ver todo aquel que quisiera hacerlo. «
Alina Bronsky (Los platos más picantes de la cocina tártara)

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