«—Nosotros ofrecemos consuelo porque no aclaramos nada. Nos limitamos a escuchar y comprender. Ustedes, en cambio, son una pandilla de presuntuosos que están por encima del bien y del mal. ¡Comprenda, doctor, comprenda y déjese de aclaraciones! Antes… —Tuvo que detenerse para recobrar el aliento—. Antes me ha preguntado qué es lo que le afecta al alma hasta el punto de enfermarla. Pues es esto, doctor, exactamente esto. La incomprensión.»
Toni Hill (Los ángeles de hielo)

Aquí viene otra reseña de Los ángeles de hielo. Por lo poquito que he asomado a blogs es un libro que deambula bastante. Bien, primero decir que se trata de la primera novela de Toni Hill que leo. Fue inevitable sucumbir si, como es mi caso, dos amigas se ponen a comentarlo vía whatsapp haciendo caso omiso a tu presencia (vale, en su descargo decir que spoilers no hubo). La cuestión es que ambas estaban tan encantadas que me picó la curiosidad. Por si aquello no resultaba suficiente el autor vino a la ciudad y una de estas viejas amigas (que no, mujer, que eres una pipiola…), encantada con sus otras historias, decidió entrevistarlo. Resumiendo, que fui a la presentación y que me regalaron el libro (gracias, Marina).
¿Qué nos contaron en esa presentación? Poco, como debe ser para salvaguardar la intriga de un libro de estas características. Como cada cual se queda con lo que le interesa, os cuento lo que me llamó la atención a mi. ¡Resulta que esta obra alberga guiños a Jane Eyre!, una historia que siempre me ha hechizado. Además está ambientada en una Barcelona con tintes góticos y un pueblecito que… bueno, en cuanto a su argumento os puedo anunciar que no es de una originalidad pasmosa. Voy.
Un edificio se las pinta de enigmático cuanto menos. Dos momentos temporales, 1909 con un colegio para niñas a cargo de Águeda Sanmartín directora y autora de un diario que iremos leyendo; 1916, mismo edificio, distintos huéspedes. Personas aquejadas de algún problema de salud mental. Será un joven psiquiatra, Frederic Mayol, el que cargue con el peso protagonista para esta parte de la lectura.
El libro está dividido en cuatro partes y cuenta con un prólogo e introducción que nos irán situando. Se compone de distintas voces narrativas de las que prefiero no hablar para las descubráis solitos/as (si es de noche, mejor). Es una novela poblada de personajes secundarios a los que atender para seguir las pesquisas del joven Mayol. Están retratados lo suficientemente como para hacernos idea de su carga psicológica.
A destacar que Toni Hill recrea muy bien las escenas, originando estampas bastante nítidas de diferentes momentos en la lectura. Para ello se sirve de descripciones que no me han parecido excesivamente recargadas aunque sí detallistas. Me quedo sobre todo con la construcción de la novela y los artificios que utiliza Hill para embaucarnos, se percibe bagaje en el oficio.
Opino que la mejor parte es el diario de Águeda y cuando terminó de contarnos su versión de algunos hechos me dio pena que no hubiese más. Si me pongo pejiguera añado que la última parte del libro me ha parecido algo más lenta. Como decía algo más arriba la historia no se caracteriza por su originalidad pero el autor oferta bastantes giros en la trama, como para mantenernos en su territorio. Está muy cuidada respecto al uso del lenguaje.
Se trata de una novela para dejarse envolver, que utiliza algunos de los imaginarios que nos tocan la tecla para engancharnos. Promete unas dosis de desazón e inquietud hasta resolver sus misterios. Una lectura que me ha hecho disfrutar bastante y con la que descubro a un autor al que seguir la pista.
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