Editorial Lengua de Trapo
112 páginas
A ser madre no se enseña en ninguna parte, ni existe manual y lo peor es que por mucho que te empeñes, habrá cosas que te desborden, a fin de cuentas, antes de ser madre eras humana, así que por mi parte quienes lo intentan, lo procuran y lo disfrutan, son admirables.
«¿No estamos todos agotados, quién tiene ganas de levantarse por la mañana? Si no pagasen a la gente ¿acaso la mitad de la humanidad no se quedaría en la cama?»
Y todo esto viene al caso de esta madre, la que decide llevarse un día a sus nenes a conocer el mar. Son pequeños, apenas cinco y nueve años. Van de viaje, fabulando con la llegada, en promesas cálidas ¡será estupendo! pero desde su bajada del autobús se desvirtúa la ficción en una disolución de clima lluvioso, frío, un hotel perdido, una calderilla de existencia y un incendiario transcurrir de ideas. Es una madre la que en un monólogo nos cuenta lo que sucede en la esperanza de felices vacaciones a la orilla del mar.
El inicio del camino se hace sin sobresaltos pero se atisba una bruma en el lector, aquí algo sucede, algo falla, algo no es como debería. Un desasosiego que no se desquita si no avanzas. Hay momentos en que lo más común, como tomar una coca cola, te augura un drama que no sabes si se consuma. En ese aferrar, pasas páginas sin despegarte de la historia con el acto premonitorio instalado y la necesidad de autoconfirmar. Toco arena, hemos llegado a la parada argumental, lo dejo en este punto. Pueden ir descendiendo, observen en paisaje.
La panorámica nos ofrece una prosa sin recargos, lúcida en su confusión, de reflexiones sencillassobre la sociedad. Preciso, esta madre analiza la mirada de los otros e incluso la del lector podría quedar en entredicho. Y más cuando cierras el libro cuya sensación principal es de pregunta, la de valorar los hechos, no quedarse en prejuzgar, a la deriva de sus frases finales. Lo bello no siempre resulta agradable. Vislumbré el desenlace, no esperaba la sensación en que te engoma.
«¿Por qué me miraba así? ¿Nunca había visto llorar a nadie? ¿Dónde llora la gente? Es una pregunta que me hago a menudo, es extraño que nunca nos crucemos por la calle con gente lloriqueando. Telefonean mucho más que lloran, puede que si lloriqueásemos más nos detestásemos menos.»
La buena MADRE en mayúsculas, el bien de los hijos, siempre por delante. Al parecer basada en un caso real. Habrá dolor, sensaciones de derrota, amores difíciles de comprender. Porque ser madre no es sencillo.
«Así es como hubiera debido pasar el resto de mis días, en la cama con mis hijos, mirando el mundo como se mira la tele: de lejos, sin ensuciarse, con el mando a distancia en la mano, lo hubiéramos apagado a la primera putada.»
Véronique Olmi (La orilla del mar)
Y como abuela ficticia de nieta bloguera, MUCHAS GRACIAS a Norah Bennett por dar a conocer este libro en una reseña, por calificarlo de condenadamente bueno, releerlo tres veces y convencer a esta abuelita tuya.
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