EL INICIO
No soy nadie especial,
soy como tú,
como todos.
Mira,
podría ser tranquilamente ese
que acaba de cruzar
el semáforo
en rojo,
el que está entrando en el bar;
no te acuerdas,
pero me has pedido fuego esta tarde
y no tenía,
qué le vamos a hacer.
Bien,
ahora me tienes en tus manos;
llévame contigo a casa
o vuelve a dejarme en el stand, allá tú.
Pero recuerda,
éste podría ser el inicio
de una larguísima amistad.
Karmelo C. Iribarren escribe relatos en verso, menuda propuesta, lo mío no son las ventas… veamos, me gusta leer a Iribarren. En ocasiones en voz alta, levantar la vista, ver como acciona, sonreír o hacer de oyente. También antes de dormir. Sí, mejor.
En las semanas de saturación, cuando las ordenadas líneas de la novela dicen poco porque un velociraptor se ha apropiado del altillo de mi persona, entonces recurro a él.
Eso, un poeta, ya lo he dicho y entonces… la estampida pero no hay que correr, leer a Iribarren es andar por casa.
Karmelo, los lectores; los lectores, Karmelo.
Cuando investigo sobre su vida me parece un tipo tan normal en la mejor acepción del término. A todo el mundo le gusta decir de donde viene, pues nació en San Sebastián (Guipuzcoa) a qué se dedica es de respuesta múltiple, desempeñó unos cuántos oficios (vendedor, albañil, encuestador, etc.) y veinte años estuvo de camarero, con inclinación al mundo de las copas, es lo que tienen los bares. En el apartado de formación marcamos la casilla autodidacta.
De sus andanzas literarias cuenta que fue un lector voraz de novelitas de aventuras, además de novela negra, donde Raymond Chandler ocupa un lugar privilegiado. Como autores menciona a Fante, Bukowski, Carver, Shepard o Baroja y en verso, Dámaso Alonso, Ángel González, Roger Wolfe, Gil de Biedma, Espronceda, Rubén Darío, no sigo, porque son una pila.
COSAS DE LA VIDA, COSAS DE LA LITERATURA
Es de Madrid (bueno,
se ríe, para ser más exactos,
de Alcorcón), da clases
de literatura en la universidad
y ha venido a San Sebastián
a pasar el puente. Dice
que le gusta mucho mi poesía.
Dice que me conoció por Internet.
Dice que también le gusta Roger Wolfe.
Luego se calla. Luego sólo me mira.
Yo sigo con los cafés del personal.
Ella sigue callada. Veo cómo
se apaga su sonrisa. En su rostro
una mezcla de tristeza y decepción.
Hombre casado, así consta, con una hija y de publicación tardía aunque no de vocación. El panorama no le parecía adecuado al tipo de poesía que oferta y por lo tanto no se arranca hasta pasados los treinta y cinco. Un tiempo de reserva y maduración que deja marca. Exponer su biografía atiende a descubrirlo en la lectura.
LA FÓRMULA
Hay que estar preparados para lo peor
y disfrutar de lo bueno. Esa es
la fórmula. Saber que nada es duradero;
que la palabra siempre es engañosa,
falsa, equívoca; que lo que hoy nos une
eternamente, mañana será polvo, odio quizás,
historia de la mala; que la vida se venga
en la felicidad. Saber que será así,
o podrá serlo. Y vivir como si el tiempo
nos debiese algo, como si fuese nuestro,
exigiéndole al contado lo que nos pertenece.
Comentan que se caracteriza por su antiretórica, no sigue los formalismos de métrica, rima, , etc. algunos lo incluyen dentro del realismo sucio, otros en la poesía de la experiencia e incluso bajo el epígrafe de realismo limpio por el minimalismo que le caracteriza.
OJO AVIZOR
Ojo avizor,
poeta.
No vayas a caer
en la vulgaridad
de escribir
un poema divertido;
esto es muy serio,
a este club solo acceden
las eminencias
en martiriología.
No vengas tú
a jodernos el invento
con la vida.
Pues eso, tiene un marcado estilo personal, de fácil comprensión, sin palabrería rimbombante sus temáticas resultan actuales, algunos lo llaman épica cotidiana (qué bonito suena). Entre ellas está el amor, generalmente el de pasado un tiempo, con algún instante que pasa desapercibido, las noches, sexo, alcohol, anticlímax, humor y ternura, por encima de todas ellas creo que genera empatía, esa sensación añeja de ya lo he vivido y que como celebra una de sus recopilaciones, Seguro que esta historia te suena.
Expuesta toda esta parafernalia, me gusta leerlo, aislarme en sus momentos, terminar con la sensación dispar, de la protesta, el hastío, volver a las ilusiones, tocando narices y percibiendo un leve roce en la nuca.
OCTUBRE
Los días pasan
-como el cartero frente a mi buzón-
de largo
y se inmolan
allí
sobre el mar
con mucho aparato de color
en un último intento
de resultar
interesantes.
EL FRÍO
Allí,
donde termina tu mirada,
empieza
el frío.
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