No es el respeto, sino el miedo lo que motiva a un hombre; así se construyen imperios y se ponen en marcha revoluciones. Ése es el secreto de los grandes hombres.
Si recuerdo algo de la serie homónima de esta novela es la primera intervención directa de Kevin Spacey hablando sobre el dolor, diferenciando el que te hace fuerte y el que resulta inútil, confesando su impaciencia con la inutilidad, asumiendo que se requiere a gente que actúe, que haga lo más desagradable, lo necesario, así, nos dice, termina él con el dolor. Una carta de presentación de un protagonista que no duda en arriesgar, que traspasa los límites para evitar cualquier atisbo de fragilidad.
Francis Ewan Urquhart es diputado parlamentario, consejero de Estado, ministro de la Corona y comendador de la Muy Excelente Orden del imperio británico, es todas esas cosas y es a quien se permiten arrinconar. Esa es la chispa que prende, el motor que le impulsa a dar un golpe sobre el tablero. No será sonoro y contundente sino calculado, astuto. Urquhart aprovecha su puesto como whip del parlamento británico para, además de velar por el cumplimiento del voto de sus componentes, almacenar todas las bajezas e información que algunos políticos esconden bajo la alfombra y lejano, muy lejano a nobles objetivos, utilizar dicha información en su beneficio. Como él mismo decía: un hombre de acción.
Dividida para la partida House of cards se compone de tres momentos Barajar, Cortar y Repartir. Iniciando cada capitulo con los pensamientos y la concepción del mundo según nuestro protagonista, no tienen desperdicio.
La primera parte supone un acto paciente para conocer a todos sus personajes, una periodista política Mattie Storin, un presidente desleal a ratos, un nutrido equipo de gobierno, gabinetes de prensa, secretarias y todo aquel o aquella que ocupe lugares estratégicos para los planes de Urquhart. Con todo dispuesto lo sustancioso se produce al Cortar y concluye con el Repartir. Un reguero de muertes y víctimas que encumbran a nuestro protagonista como anti-héroe por excelencia, qué bueno y qué malo es.
Política: dícese de la disciplina en la que cuesta poco pasar de diputado a imputado.
Ambientada en el mundo político House of cards refleja hasta donde pueden ser cercenadas o auspiciadas las ambiciones del ser humano. Debo decir que ya me había tragado cuatro de las temporadas de la serie americana. Esto no ha sido obstáculo para el disfrute de la novela, empezando por algunas diferencias como que no se ubica en EE.UU. o que Spacey se apellide Underwood. La novela me ha permitido entender mejor la primera temporada, la psicología de sus personajes y la base sobre la que pivota el protagonista. Con su epílogo he descubierto algunos datos sobre qué motivó a Dobbs para su escritura (una anécdota de lo más curiosa) y lo que ha supuesto que vuelvan a tomarla como fuente de una serie (hubo una serie inglesa previa, más fiel al manuscrito).
Para nada una lectura tediosa, ni mucho menos simplona, se trata de todo un antagonista al que no dudo en recomendar por sus fechorías pero sobre todo por su aplomo, elegancia y forma de ser despiadada. Sin ningún género de dudas: un personaje a conocer.
Cualquier grado de crueldad resulta imperdonable. Por eso no tiene ningún sentido ser cruel a medias.
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