El Hambre (Martín Caparrós)

Posted: 20 agosto, 2017 by Marilú

El Hambre (Martín Caparrós)

Editorial Anagrama
632 páginas
Dicen, poco más o menos, que la lectura perjudica seriamente la ignorancia, y yo, a veces, la verdad, no practico con el ejemplo, es decir, leo, procuro hacerlo, asomo a páginas y páginas pero también rehuyo, supongo que de la realidad, supongo que en un delirante intento de equilibrio mental. Leer perjudica seriamente la ignorancia pero también nos ayuda a ignorar, bajo cierto prisma, es un ejemplo más de mecanismo de evasión, al menos, según pretendas.
También dicen que para viajar no hay mejor nave que un libro y entonces subo a cubierta y digo adiós con la manita a todos los que en puerto despiden. Bon voyage! Y por los mares del norte, porque los del sur ya están más citados, navegas por una u otra historia. Buscas, persigues, abres cofres, espejito, espejito, blablabla. En fin.
Pero luego están los libros de pensar y aquí, amigos míos, no caben ignorancias. Aquí lo que toca es sacar la libreta y abrir la cabeza. El Hambre de entrada es de difícil catalogación, indefinido hasta en el «genero». Pragmatismo por delante, fue derivado a la sección ensayo en la librería donde lo encontré. En ese pasillito, que no es muy largo, leí su contraportada y sí, lo voy a hacer, os voy a poner el fragmento que cita:

«Si usted se toma el trabajo de leer este libro, si usted se entusiasma y lo lee en –digamos– ocho horas, en ese lapso se habrán muerto de hambre unas ocho mil personas: son muchas ocho mil personas. Si usted no se toma ese trabajo esas personas se habrán muerto igual, pero usted tendrá la suerte de no haberse enterado. O sea que, probablemente, usted prefiera no leer este libro. Quizás yo haría lo mismo. Es mejor, en general, no saber quiénes son, ni cómo ni por qué. (Pero usted sí leyó este breve párrafo en medio minuto; sepa que en ese tiempo sólo se murieron de hambre entre ocho y diez personas en el mundo –y respire aliviado).»

Y siendo retorcida, un pelín, pensaré que está aludiendo al sentir culposo o que al menos fue un golpe a las costillas, porque si de Adán venimos, de Eva somos o si el mono evolucionó lo suficiente para ser quien soy ahora, desde luego, si las barbas del vecino ves cortar, pon las tuyas que te vas a enterar. De alguna manera el otro debería importarme, el otro que está vete a saber donde, pasando vete a saber qué.
Pues de eso va el libro, de disipar interrogantes, de poner cara a los otros para terminar viéndonos a nosotros mismos (sí, al final había espejo).
 
Martín Caparrós, historiador, viaja por La India, Bangladesh, Niger, Kenia, Sudán, Madagascar, Argentina, Estados Unidos y aterriza en España. En todos estos lugares se hace preguntas y se las hace a otros, la tesis sobre la que escribe es el hambre. El objetivo, vamos a poner, que es buscar las causas, exponer el tinglado que mantiene el que mucha gente pase por esta situación, pero también ponerles rostro. En un encuentro con lectores el autor afirmaba: «No existe el hambre sino los hambrientos».
El Hambre de Martín Caparrós es una verdad incómoda, un  alegato a la conciencia, un compendio de información donde hablarnos de cuestiones puramente semánticas pero también de organismos, ONG´s, creencias que hacemos oficiales para vendarnos los ojos y un largo etc. que contrasta en preguntas hechas a «la tribu», la misma siempre en toda su extensión: ¿cómo carajo conseguimos vivir sabiendo que pasan estas cosas?
También habrá números porque: «son también, el mejor modo de enfriar las realidades: de volverlas abstractas»; oiremos la voz de los sin voz, las respuestas de qué les gustaría comer (cuando suena a mofa preguntar donde no existen opciones) y que la alimentación es cultural. Sí.  No es lo mismo el hambre en todas partes, de la obviedad a los ejemplos, conoceréis de todo tipo. Quizá, este salto, nos haga ver que no es cosa de pocos.
La verdad, no lo sé. La verdad da rabia. La verdad da pena. La verdad que Martín Caparrós no lo utiliza y eso es lo mejor del libro, pese a la trampa, Martín Caparrós responde a los «lectores bienintencionados» para no abandonarnos a la intemperie pero sin medallas. La verdad es que la ignorancia no duele y el saber puede que sí. La verdad es que algún capítulo final no lo hubiese incluido, el autor se posiciona y me hace temer que la gente también lo haga respecto a la obra y no lo merece, es reflexiva, documentada, de primera mano y está bien escrita, porque en su humildad, resulta necesaria, porque con ella no vamos a paliar el hambre en el mundo pero seguro saldremos con un cuota menor de ignorancia.
Con la certeza plena de cuestiones no dichas, una libreta de resultados me acompaña, las conversaciones dinamiza y el movimiento me hace andando. No quería dejar de recomendarla, como lo que es: un despertador a la razón, no al sentimentalismo y un fragmento.

«En este libro, en realidad, no pasa nada. O, mejor dicho: nada que no pase todo el tiempo. Lo más difícil de este libro es captar la cantidad, la escala: entender -entender en el sentido de hacer presente, entender como quien dice hacerse cargo- que cada historia le podría suceder -y, con sus variantes, les sucede- a miles y miles de personas. Pensar que la pequeña historia de Sadadi es la gran historia de cientos de millones de indios, por ejemplo.

Pero, también: ¿qué pasa cuando un individuo se vuelve parte de un concepto? Los que tienen hambre ¿qué pasa cuando deja de ser esa nenita adorable de sonrisa triste o es hijoputa que casi te roba el bolso o ese señor que trata de decirte algo en un idioma raro, y se vuelve una idea, una abstracción? ¿Facilita qué cosas, complica qué cosas?»

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